domingo, 26 de agosto de 2018

La nostalgia, Rosario Castellanos

Si te digo que fui feliz, no es cierto.

No creas lo que yo creo cuando me engaño.

El recuerdo embellece lo que toca:
te quita la jaqueca que tuviste,
el sopor de la siesta lo transfigura en éxtasis
y, en cuanto a ese zapato que apretaba
tanto que te impidió bailar el primer baile,
no hubo zapato. Mira: estás descalza, danzas
eternamente ingrávida en el círculo
cerrado de un abrazo.

Danzas sin esa doble barbilla de tu gula,
sin esa arruga artera
que está acechando alrededor de tu ojo.

Poema de mi autoría, sin título y sin sentimientos

Me alejo y no lo notas
¿acaso te das cuenta?
me lastimas, profundo
y no sé si con un propósito

Me hiere mucho más
tu indiferencia que una bala,
un golpe, o el rechazo
sí, duele y profundo

Puede que exagere
¿has pensado en lo qué haces?
No lo creo, tú no piensas
lo he aprendido

Te platico, te abro
mi alma, sin filtros
y al día siguiente
has pasado ya de mi

No lo intentaré más
porque ya no quiero sufrir
prefiero vivir libre
a vivir atada a ti

Meditación en el umbral, Rosario Castellanos

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la vista
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrase en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.